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Sugiere Malaquías en que estos tiempos de crisis los padres en apuros pongan a sus hijos nombres de marcas comerciales, pero no se trata de una fantasía. Juan Sardá ya escribió una novela de ciencia-ficción en la que los países adoptan nombres de empresas que los patrocinan. Sin necesidad de ir al futuro, el metro de Madrid -“Metro de Madrid”, perdón: hay que evitar siempre que se pueda la vulgaridad del artículo- ha convertido el hermoso nombre de la estación de Sol en Vodafone-Sol, lo cual me parece uno más de ultrajes a los que esta ciudad viene siendo sometida por los vándalos que la desgobiernan desde hace tanto tiempo. Qué buena suerte ha tenido Madrid en la literatura, y qué mala en la historia, incluida la contemporánea. ¿Para cuándo Puerta de Alcalá- Kentucky Fried Chicken, o “Moviestar Parque del Retiro? Hasta en los nombres están dispuestos a entrar a saco en su propósito de malvenderlo todo a intereses corporativos. Cada vez que monto en el metro y veo en la nomenclatura pública del mapa la intrusión de ese logo de la lagrimita o la comilla  me llevan silenciosamente los demonios. Esta tarde, por ejemplo, cuando he tenido que bajarme en Vodafone-Sol para visitar a mis amigos de la librería Méndez en la calle Mayor. ¿Por qué no Mayor-McDonald’s? Me he comprado un libro de Seamus Heaney y en el camino de vuelta me he puesto a salvo leyendo poesía, que es un refugio contra la intemperie del mundo.